miércoles, 23 de noviembre de 2011

El Placer de las Hadas


Eva estaba cansada, cansada y algo inquieta. Se había perdido en las profundidades del bosque y llevaba horas caminando sin saber a donde iba ni donde estaba.
Decidió apoyarse en el tronco de un árbol para descansar un poco antes de reemprender la marcha.
Estaba tan exhausta y agotada, que casi nada más apoyar su cabeza en el tronco, se quedó dormida.
Le despertaron unos sonidos, como unas risas aniñadas, como un tintineo de campanillas alegres. Lo primero que se dio cuenta es que todo se había vuelto muy grande. Se encontraba apoyada en una de las raíces del árbol, que se había agigantado. Así como toda la vegetación y lo que la rodeaba. Se frotó los ojos varias veces y entonces comprendió. Era ella quien había disminuido de tamaño. Se llevó las manos a la cabeza y se estaba preguntando que demonios era lo que había ocurrido cuando vio unas luces doradas que se acercaban. Se quedó estupefacta al contemplar que eran tres figuras femeninas que descendían hacía ella. Desnudas, con rostros aniñados, pero con cuerpos llenos de curvas y unos pechos de mediano tamaño pero muy apetecibles. Sus largas cabelleras rubias ondeaban al viento, y sus alas se movían con elegancia.
No podía ser, pensó… ¿Hadas?

Las tres ninfas del bosque la miraron con curiosidad y enseguida se vio rodeada por ellas. Casi sin que se diera cuenta, entre risas, se le echaron encima y le empezaron a arrebatarle la ropa hasta dejarla completamente desnuda.
Una de las hadas apoyó sus manos en sus hombros y colocó su mejilla contra la suya antes de que por sorpresa la besase. Eva saboreó la boca más apetitosa que hubiese degustado nunca.
Las otras dos hadas habían comenzado a acariciarse mutuamente, una de ellas besaba y lamia los pechos de la otra, mientras una de sus manos se internaba entre sus muslos, hundiendo sus dedos en su coñito totalmente empapado y húmedo. Las dos bellezas gemían mientras se tocaban y se daban placer mutuamente. Sus alitas no dejaban de agitarse, como si esto fuese un signo inequívoco de su excitación.
Ilustración original de Pater/ Color de Carolina Bensler

El hada recorría el cuello, su garganta y los pechos de Eva con su boca. Mientras ella hurgaba en el sexo totalmente depilado de la criatura del bosque. Descubrió un coñito cuya carne húmeda poseía un tacto de terciopelo. Introdujo un dedo, el hada arqueó el cuerpo para sentir más intensamente y soltó un gemido. Colocó la cabeza entre sus piernas y se dispuso a saborearlo.
A su lado, una de las hadas lanzaba débiles grititos. Su pareja la había agarrado por detrás, y le introdujo la palma de su mano con una destreza que hizo retorcerse de placer a su amante.

Eva comprobó que la lengua de un hada era tan habilidosa o más que cualquiera de una mujer. Hundió su lengua en su coño, lo penetró con ella y lo mojó de saliva hasta dejarlo totalmente mojado y húmedo.
Le trabajo el coño de tal manera que tuvo tres orgasmos seguidos, Había gozado de tal manera que pensaba que había alcanzado su límite, hasta que introdujo tres deditos por el estrecho orificio de su culito. Eva emitió un ronquido de placer.
Las tres hermosas hadas se miraron entre si y empezaron a soltar sus risitas tintineantes.
Un instante se encontraba tumbada boca arriba, sujetada y sometida al trío sensuales hadas. Recibía lametazos por todo su cuerpo. Seis manos la acariciaban al mismo ritmo. Eva ya no podía controlarse, sus gritos de placer se escuchaban por todo el bosque. Le dieron la vuelta, y mientras una la besaba en la boca, otra le mordisqueaba los pechos y la otra le comía su coñito, cuya humedad saboreaba como si fuese un manjar. Se compenetraban de una manera asombrosa para proporcionarle ese gozo del que estaba disfrutando.

Las lenguas y los pequeños, pero expertos deditos iban de un orificio a otro cada vez con más rapidez. Estaba tan lubricada que entraban todos sin ninguna dificultad. Eva estaba todo lo abierta que puede estarlo una mujer. Exploraban con avidez cada pliegue, cada rincón de su cuerpo. Se sentía poseída, utilizada por las tres criaturas mágicas, embriagada de éxtasis, de placer. Y con un sonoro sollozo tuvo un brutal orgasmo de una manera que nunca había creído posible y que le hizo convulsionarse  y arquearse, mientras se mordía los labios y cerraba los ojos abandonada sólo a su placer propio.

Cuando los volvió a abrir, las hadas habían desaparecido y se encontraba apoyada en el tronco del viejo árbol. ¿Había sido un sueño? Parecía tan real… Decidió reanudar la marcha e intentar encontrar el camino de vuelta a casa.

Su figura se alejó, y no pudo ver como en la rama del árbol, tres pequeñas figuras aladas sonreían satisfechas y soltaban unas risitas picaras y sensuales….

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