lunes, 5 de diciembre de 2011

Baile de Máscaras

Ruth entró en la sala con una mezcla de temor y otra de curiosidad malsana. Era una joven de veinticinco años, cabello negro hasta los hombros, delgada, con ojos grises, con pechos medianos. Su cuerpo, como el de todos los demás, estaba completamente desnudo, expuesto a las miradas lascivas de los allí presentes. La única prenda que llevaba encima era un antifaz.
A su alrededor, los gemidos y suspiros de puro gozo y placer era el único sonido que se escuchaba. Cuerpos esplendidos, tanto femeninos como masculinos se entremezclaban, ocultos por sus máscaras, habían dejado atrás todas sus inhibiciones, dejándose llevar por un maremágnum de sensaciones y deseos.

Los ojos de Ruth se posaron en una exuberante chica rubia que estaba con un hombre de mediana edad. Le agarró el pene, y comenzó a hacerle una paja, meneando la mano hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo, cada vez más y más rápido…
El hombre pareció disfrutar enormemente, y su placer fue mayor cuando la rubia deslizó su lengua hacia abajo, lamiéndome todo el tronco de la polla.
Otra chica se unió a ellos, pero dedicó su atención hacía la mujer rubia. Su cabello era corto y castaño, y tenía unos enormes y apetecibles pechos. Y a esto dedicó recién llegada, a ocuparse de los pechos de su compañera. Se metió en la boca, una tras otra, las dos tetas de la rubia, chupándolas , succionándolas, sorbiéndolas…llenándolas de saliva y haciéndolas salir de entre sus labios completamente mojadas y relucientes.
La rubia seguía comiéndole la polla al hombre, aunque los  espasmos de placer que sintió, al notar como la recién llegada empezaba a trabajarle entre sus piernas le hacían desviar un poco su atención. Le metió la lengua hasta el fondo de su coñito totalmente lubricado, mordiéndole suavemente los labios vaginales, retorciéndole el clítoris con los labios y saboreándola entera.
Una chica con el cabello recogido en una coleta, se hallaba cabalgando sobre un mulato impresionante, al tiempo que una mujer menuda, pero deliciosa y sensual, la sodomizaba con un arnés que llevaba alrededor de la cintura. Los tres se hallaban gozando con su mutuo placer, sobre todo la chica de la coleta, que sentía algo indescriptible al ser penetrada por su coño y su año a la vez.
Ruth estaba completamente mojada, y una de sus manos ya había descendido a su entrepierna, introduciéndose un dedito, al tiempo que con la otra se acariciaba uno de sus pechos, en especial el pezón, un punto especialmente sensible en ella.
Dos chicas, se daban placer entre ellas, mientras delante suyo, un chico simplemente se masturbaba contemplándolas.
Ilustración de Pater/ Color: Carolina Bensler

Las dos bellezas, frotaban sus coñitos uno contra el otro, formando una perfecta tijera de éxtasis y placer, que hacía que el hombre, acariciándose los testículos, y masturbando su polla cada vez con más ritmo, acelerándose también su respiración.
Las chicas cambiaron, poniéndose una encima de la otra, para comerse sus coños mutuamente. En poco tiempo, oleadas de placer que invadieron sus coños y se corrieron, inundándose sus bocas con sus jugos más íntimos.
El hombre no pudo más y se corrió, inundando los rostros de las dos muchachas, que sonrieron satisfechas por recibir el esperma caliente.

Una mano agarró a Ruth, y la invito a unirse al espectáculo que hasta ahora sólo observaba. Una mujer de mediana edad, con un cuerpo esbelto y espectacular, empezó a besarla, haciendo que sus lenguas se entrelazasen. Mientras tanto, Ruth sentía como unas manos masculinas le exploraban por todos lados, y en breve, los labios del hombre  no pararon de besar su hermosa figura, el triangulo formado por sus pechos y el ombligo estaba siendo recorrido centímetro a centímetro por sus labios. Ella no pudo reprimir sus escalofríos al llegar a sitios insospechados para cualquiera.
La mujer se metió un pezón de Ruth entre sus labios y comenzó a mordisquearlo, causando una oleada de placer inesperado.
Ella buscó la polla del hombre, metiéndosela entre sus labios, hasta el fondo de su garganta, notando como la mujer no paró de pasarle la lengua por su coño y por su ano, lamiéndole suavemente el clítoris, absorbiendo todo el jugo que iba soltando y haciendo que Ruth se tuviese que morder los labios de tanto gozo que estaba teniendo.
Se puso a cuatro patas, ofreciendo su coño y su culo a cualquier penetración, anestesiada por el placer, perdió conciencia de todo, sólo le importaba gozar y hacer gozar.
El hombre la embistió violentamente, tomándola por sorpresa. Se la metió hasta que sus  testículos se lo impidieron y empezó a mover suavemente su cadera. La mujer se situó encima de la cara de Ruth, para que le diese placer y eso fue lo que ella hizo.
Sus gemidos le hacían insistir mas aún en la tarea, su respiración era fuerte y solo era capaz de emitir gemidos por sus labios.
El hombre había salido del coñito de Ruth, y penetrado su culito. Empezaba a sacarla, lentamente, para luego incrementar la velocidad poco a poco, hasta sacarla casi por completo. Y entonces, vuelta a empezar. Volvía a penetrarla, volvía a mantenerla quieta en el fondo de su culo y volvía a sacarla, una y otra vez. Esto hacía que el placer de Ruth se incrementase.
El hombre, por su parte, experimento tal placer sodomizándola que eyaculó dos veces.
Ahora era el turno de la otra mujer, mientras Ruth seguía jugando con su lengua en su interior y mordisqueándole el clítoris, la mujer agarró la polla, que ya empezaba a recuperarse y  se la envolvió en una abundante capa de saliva. Para, a continuación, su lengua se dedicó a lamer delicadamente la punta de su grueso glande.
Esta notó como temblaba de placer… el sabor de su semen en su boca. Y entonces, se corrió.
Se corrió dentro de su boca, llenándosela con sus abundantes emisiones de semen, un chorro tras otro que convirtieron la cara de la mujer en un charco de esperma, del que sólo sobresalían los ojos, brillantes de deseo.

Ruth no se quedó atrás, y cambio de pareja, acercándose a una mujer un poco más rellenita, pero muy apetitosa. Le tendió los labios y saboreó la boca más deliciosa que había degustado en mucho tiempo. Ruth recorrió su cuello, su garganta y sus pechos con su boca, su compañera en el deseo, se colocó entre sus piernas y la chupó. Los movimientos de las dos revelaban una compenetración asombrosa, se mordisquearon los pechos, se besaron en la boca, era un goce continuó e inaudito. Hundió su lengua en su coño, y lo mojó de saliva, mojándose el rostro, le trabajaba el coño de tal manera que finalmente, Ruth se corrió emitiendo un ronroneo de placer.
Ahora le tocaba el turno de devolverle el favor, con deseo, miró a su acompañante, pensando en con cuantas personas, hombres y mujeres, gozaría hasta no poder más.
La noche era joven, y esto acababa de comenzar…





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