viernes, 6 de septiembre de 2013

El Placer de Laura

 

Laura caminaba por la vieja casa que permanecía envuelta en penumbras. La vela que sujetaba apenas le permitía ver donde ponía los pies para no caerse. No sabía donde se encontraba ni como había llegado allí. Simplemente cerró los ojos y al abrirlos estaba en este lugar tenebroso.
Subió por las escaleras de caracol, hasta llegar a la parte de arriba de la antigua y extraña casa. Le pareció escuchar un sonido, como de un gemido ahogado. Se dirigió hacía la habitación de donde creía provenir el gemido que había escuchado.
La habitación era fría y oscura, había dos columnas en el centro, con grilletes enganchados a ellas. Lo que más le llamó la atención fueron las jaulas colgadas desde el techo. Con curiosidad insana y algo de miedo, se acercó para verlas mejor. Pegó un respingón cuando una mano salió de entre los barrotes e intentó agarrarla.
La mano pertenecía a una mujer completamente desnuda, excepto por un collar que llevaba alrededor del cuello. La mujer le miró y se relamió los labios.
Poséeme, por favor, te lo suplico… No me hagas esperar más…
 
Laura sintió rechazó ante la proposición de la mujer, aunque la humedad creciente en su entrepierna hacia evidenciar que en el fondo había despertado un deseo oculto que no creía conocer.
 
—Laura…


 
Laura se giró al escuchar su nombre. Sus ojos contemplaron a una chica de unos treinta años, delgada, con una larga cabellera rubia. Sus ojos eran penetrantes y se clavaron en ella de una manera como jamás lo había hecho nadie antes.
Apenas llevaba ropa, sólo un camisón semi-transparente, que dejaba ver su esbelto y sexy cuerpo, unas cadenas que llevaba enrolladas alrededor del cuello y la caían por encima de los pechos.
Sin saber por que, sintió una atracción y un magnetismo hacía la extraña mujer. Algo casi animal le impulsaba a desearla, a poder saborear esa tersa piel, esos pechos tan apetitosos…
¿Qué estaba haciendo? Nunca tuvo antes esos deseos con una mujer, pero ahora no podía controlarse, estaba como una perra en cela, deseando que se fijase en ella.
En ese instante fue consciente de su propia desnudez. Llevaba sólo una pequeña camiseta de tirantes y un tanga.
La mujer sonrió y se acercó a Laura. Pudo sentir su perfume natural, exudaba sexo por todos sus poros. La agarró por la cintura y arrancó su tanga de un solo tirón. La mujer observó con satisfacción el coñito totalmente rasurado de Laura y su soberbio y apetitoso culo.
Le enroscó las cadenas alrededor del cuello y la obligó a arrodillarse, inmovilizándola al atarla con las cadenas. Para su sorpresa, empezó a azotarla, ella gemía, primero de dolor y humillación, y después, sorprendiéndose a si misma, gozando con esa situación. Estaba completamente húmeda, su sexo se deshacía ante lo que le estaba pasando.
 
Le mordió el lóbulo de las orejas, Lamió su cuello, su ombligo y empezó a bajar su mano por la cara interior de sus muslos. Pegón un respingón al notar sus dedos en su hendidura, Laura estaba completamente empapada y tendió su coño abierto. Abrió su sexo y su lengua comenzó a lamerla con avidez, saboreando ese coñito tierno y jugoso. Laura se estremeció como nunca antes, nunca había estado tan excitada, parecía arder en su propio interior.
Se besaron. Sus salivas se mezclaban, sus labios se tocaban, saboreándose mutuamente sus apetitosas bocas.
La mujer Le enlazó la cintura, sus vientres estaban el uno contra el otro. Deslizo la mano por sus tersos y suaves pechos y notó un pezón duro y erguido. Lo apretó entre sus dedos y ella sintió un estremecimiento de placer. Sus coños se frotaban en una sexual danza de fricción que hizo que ambas gritasen de tanto que estaban gozando.
Le chupó los pechos, mordisqueándole los pezones, que estaban duros y erectos.
Ella separó los labios del sexo de Laura e introdujo un dedo. Después un segundo. La escuchó gemir y jadear, y sin avisarle, introdujo de una sola vez el resto de su mano.
Laura gritó, tanto de sorpresa como de dolor y placer. El sentir como era penetrada con la mano y la excitación desencadenaron un estremecimiento de placer que le recorrió todo el cuerpo.
Como si de una polla o un consolador se tratase, la folló con violencia con su propia mano. Laura creyó morir de tanto placer que sentía. La extraña mujer se detuvo y Laura la miró creyendo que se marchaba. La mujer puso su coño a su alcance y empezó a trabajar con el de Laura. En una perfecta posición del sesenta y nueve, ambas encajaban a la perfección, dándose placer mutuamente, con la cabeza hundida en los muslos de la otra.
 
 
Laura le lamía, con inexperiencia, pero con ganas de aprender. La mujer parecía mucho más experta, hundió su lengua en su coño, penetrándole profundamente, mordiendo con pasión su clítoris. Para sorpresa de Laura, esta buscó la hendidura de su año y empezó a lamerlo, haciéndole sentir un gozó inesperado. Lentamente le introdujo un dedo, primero con cuidado, después metiendo dos dedos y abriéndolo ampliamente.
Gozaba tanto que llegó un punto en que no sabía por que agujeros estaba siendo penetrada por sus dedos. Laura jadeaba y suspiraba y sintió como se corría. Ambas  lo hicieron casi al unísono, derramando su humedad en las bocas ávidas de las dos amantes.
En ese momento, Laura despertó. Se hallaba en el la cama y en la TV ya había terminado la emisión. Se había quedado dormida viendo la TV, mientras comía unas palomitas y veía una película.
 
Laura resopló. Vaya sueño- pensó- Y se estremeció al recordarlo. Tenía el tanga mojado de lo húmeda que se había puesto durante la experiencia onírica.
 
Notó que tenía algo alrededor de los labios una humedad. Pasó su lengua por sus labios y reconoció el néctar que manó del sexo de la extraña mujer.
Sintió un escalofrío. ¿Había sido realmente un sueño?
 

 

martes, 18 de septiembre de 2012

La última copa

El local se llamaba Quarks. Había demasiadas luces, demasiados reflejos y demasiados altavoces con demasiada potencia. Era una auténtica demostración de cómo acabar con los sentidos de la clientela.
Todo el mundo bailaba. Bailaban y bebían, y algunos no paraban de hacer viajes a los lavabos para empolvarse el interior de la nariz.
Judith estaba arrebatadora, muchos ojos se posaban en ella, vestía completamente de negro. Se sumergió en el continuó desfile de cuerpos en movimiento, haciendo que la mayoría de hombres del local la deseasen.

Consiguió llegar a la otra parte del local, y se sentó en una de las sillas libres de una mesa. En su mano, una cerveza, a la que le dio un largo trago, al tiempo que observaba como los ocupantes de la mesa clavaban su mirada en ella. Eran dos hombres, uno alto y rubio, con penetrantes ojos azules, el otro más bajito y un poco más entrado en carnes, con el cabello muy corto. Judith notó como una mano curiosa le empezaba a acariciar un pecho, estuvo tentada de decirle algo, pero decidio dejarse llevar. El hombre sonrió al comprobar que no era rechazado ni mucho menos. Ella cerró los ojos, sonriendo como los dedos de él la acariciaban con suavidad, metiéndose bajo su top, recorriendo su tersa piel y sus pechos generosos. No pudo reprimir un leve gemido cuando apretó uno de sus pezones, que ya estaba completamente erecto por la excitación. Sus manos ascendieron y cubrieron sus pechos, arqueó la espalda para ofrecérselos mejor. Le besó la nuca, y su lengua recorrió su cuello, para luego mordisquearle un lóbulo de una oreja.


Con un gestó, les indicó que se fuesen de allí. Estaba completamente mojada y ya no le importaba nada más que saciar su placer, caminaron los tres entre la gente, le iban tocando los pechos o el culo, de manera totalmente descarada y sin cortarse un pelo. Tras una columna del local había un rincón con poca iluminación donde podrían tener un poco más de intimidad.
El más alto apoyó las manos en sus hombros, y comprendió que debía arrodillarse. La tela de su pantalón estaba tensa, no pudo evitar la tentación de empezar a mordisquearla, su saliva manchó la tela. Le desabrochó la bragueta, sumergiendo sus manos entre sus muslos. Su compañero se había situado tras ella, y le había despojado de sus braguitas.
 
Sintió como su lengua exploraba en sus carnes húmedas, penetrándola con ella, haciendo que se estremeciese.  Judith empezó a acariciarle los testículos, moviendo su miembro arriba y abajo en una masturbación frenética antes de engullirlo, atrapándolo con su lengua con avidez, El sexo de ella se dilataba sin moderación, estaba completamente encharcada. Él le separó los labios e introdujo un dedo. Ella seguía explorando cada milímetro de carne del miembro. Sus labios tuvieron dificultades para rodear su glande. Su polla llenaba por completo su boca. El otro hombres se había abierto paso ya la penetró rápidamente. Con su boca ocupada, no pudo decir nada al respecto, así que siguió disfrutando. Sentía su polla profundamente hundida en su interior, sentía su peso encima de ella, y con cada embestida que recibía, ella mamaba frenéticamente, notando como su placer era compartido con sus dos amantes.
 

Notaba como miradas casuales o nada disimuladas les observaban. No les importaba. Lo único que tenia ya sentido era el éxtasis, el gozar plenamente con todos sus sentidos. Solo deseaba ser poseída, llenada con sus esencias, saborearlas, disfrutar de todo ello multiplicado por mil. Chupaba y saboreaba con frenesí aquella polla que le llenaba la boca.
El sonido de la música ahogó los gritos de placer de los tres. Judith sintió el chorro caliente que recorría su garganta, al tiempo que notaba en sus entrañas como explotaba de placer, al tener una serie de orgasmos seguidos.
Tras estar saciados, se besaron los tres, enlazando y juntando sus lenguas, y mientras se arreglaban la ropa y se despedían, ella pensaba que había valido realmente la pena haberse quedado en busca de esa última copa… Se relamió una gota de semen que había quedado en sus labios. Una última copa muy satisfactoria…

miércoles, 1 de agosto de 2012

Más Dulce que el Chocolate

Estefany llevaba un conjunto rojo y negro supersexy que me puso excitadisimo solo de mirarla. Enseguida nos ponemos a besarnos y acariciarnos. Me tumbo en la cama y rápidamente me libera de mis boxers. Se pone encima de mí y tras quitarse su sujetador, me los pone encima de los ojos, como venda, y a ciegas, empiezo a buscar sus pechos. Le lamo los pezones, hasta que se ponen completamente erectos, le chupó y muerdo por sus pechos y nos besamos, dándonos mordisquitos en los labios.
Tras un breve tiempo así, me dice que si quiero probar el sirope de chocolate que he traído para jugar con ella. Le digo que si, y se pone un poco en cada pecho y me los acerca a la boca. Saboreó el chocolate junto a los pezones como si fuese mi última cena.

 Después de dejarlos completamente limpios de sirope, dice que ahora le toca a ella.Agarra mi a mi “amigo” y con la otra mano, empieza a extender el chocolate por toda su superficie, hasta dejarlo casi enteramente cubierto. Su lengua hambrienta va devorando el chocolate “mmm... que rico esta” me dice, sin parar de comerse el chocolate y mi polla.
Tras un rato jugando con mi miembro, dice que ahora me toca a mí. Se tumba boca arriba, y con el bote de sirope, voy poniéndole chocolate por el cuello, el pecho, los brazos, bajando por su estomago, hasta llegar a su esplendido y depilado chochito.
Voy lamiendo y chupando allá donde está el rico dulce, haciéndolo desaparecer allá donde está. Sus pechos cubiertos de sirope, el estomago, y finalmente me colocó entre sus piernas, lamiendo primero por los lados, hasta que pongo a comerle su sabrosísimo coñito. ¿Has merendado”- Me pregunta, al decirle que no, me sonríe y dice- Pues ahora puedes comerte algo rico y dulce.”

 A las órdenes, comienzo a disfrutar comiéndome ese delicioso coño que tiene Estefany. Primero quitándole a lenguetazos el chocolate, para después centrarme en saborearlo.
Ella no para de gemir, y de moverse. Mientras sigo comiéndola, le acaricio pezones con mis dedos. Estefany cada vez acelera más la respiración y los suspiros.
Me comenta que si quiero que se corra, y le contestó, como puedo, ya que no paro de comérselo, que es la idea. Se lleva uno de mis dedos a su boca, y lo ensaliva, y me lo dirige a su coño. Captando la idea, la penetro con el dedo, masturbándola con él, sin dejar de trabajarle su coñito, esto ya la vuelve loca, se mueve y se retuerce, no me detengo en ningún momento hasta que por fin termina corriéndose.Me pregunta si puede fumarse un cigarrillo, que necesita unos diez minutos para recuperarse, que la he dejado muy relajadita.
Me pongo a su lado, y nos besamos, hasta que a traición, la agarró uno de sus piececitos, y me pongo a chupar sus dedos, que eso la vuelve loca. Se retuerce al sentir como le meto uno a uno sus dedos. Disfrutó de sus deliciosos pies, hasta que aprovechando que esta boca abajo, empiezo a darle mordisquitos por su esplendido culo, por su espalda y sus muslos. Se nota que le encanta, y que esta pasándoselo en grande.
La repasó con mi lengua de arriba a abajo, por su espalda, sus hombros, su culo, deteniéndome de vez en cuando a darle un cariñoso mordisco.
Cuando terminó, me dice que es su turno, que se va a vengar. Me indica que me tumbe boca abajo y se va a buscar algo. Me va echando un líquido por la espalda y los muslos, algún tipo de líquido para masajes o similar comestible. Va pasando sus manos por mis piernas, me culo y después, su lengua, que la notó por todos lados, aquí y allá. De vez en cuando siento algún mordisco.
 Me pone un trapo encima de la cara y me dice que me dé la vuelta. Pasa su lengua por mis pezones y por mi pecho, llevándose los pezones a la boca, va bajando, hasta llegar a mi entrepierna, y comienza a hacerme una mamada descomunal. Todo ello, sin verla, sólo sentirla, y es una experiencia super placentera. Engulle mi polla una y otra vez, ahora soy yo quien no para de respirar fuerte y retorcerse, su lengua y su boca hacen maravillas, no deja de jugar con ella, y yo de escuchar y sentir como lo hace. Estoy viendo las estrellas, deseando que sea un momento para siempre, pero y tras un ratito, no aguanto más y descargó por completo en su boquita.
 Un dulce reencuentro...

viernes, 27 de julio de 2012

Enfermera de noche....

Paloma ahogo un bostezo mientras miraba el reloj que colgaba de la pared. Frunció el ceño al pensar que aún le quedaban varias horas del turno de noche del hospital. Apuró su taza de café y se levantó para hacer la ronda por las silenciosas aulas, donde dormían los pacientes.

Se hallaba perdida en sus pensamientos, cuando algo escuchó algo que le hizo volver a donde se encontraba. Unos ruidos procedentes de una de las habitaciones le llamaron la atención. Parecían murmullos… ¿Y gemidos? La puerta estaba entreabierta y la curiosidad pudo con ella y miró por la rendija.


En la habitación se hallaba una paciente, de cabello largo y negro, con ojos marrones y que para sorpresa de Paloma, estaba con los pechos totalmente a la vista. Unos pechos medianos, pero muy bonitos, y con una aureola y unos pezones oscuros. La mujer permanecía con los ojos cerrados, como en trance, mientras se mordía los labios.

No estaba sola. En hombre, de unos treinta y tantos años, moreno, con el cabello corto y con la vestimenta que lo identificaba como un doctor del centro, posaba el estetoscopio en uno de los pechos de la paciente.


- ¿Es aquí donde te duele?


La mujer asintió. Y el doctor empezó a acariciar con meticulosidad sus generosos pechos, haciendo que ella se estremeciese mientras se los acariciaban.

Paloma no se perdía ni un una pizca de detalle de lo que estaba sucediendo. Su mano, instintivamente se había situado bajo su falda, tocándose por encima de sus braguitas y deslizando sus dedos hacía su coñito, que había empezado a humedecerse con lo que estaba contemplando.

La paciente exhaló un suspiro cuando notó como el doctor comenzó a chuparle los pezones, al tiempo que pasó una mano entre sus piernas e introdujo un dedo en su coño ya lubricado por sus jugos.

Paloma ya no se podía contener, se frotaba el clítoris en un frenético vaivén, cada movimiento le provocaba un espasmo de placer. Sus labios ardían en deseos de llevarse algo a la boca desesperadamente.

Tan ensimismada estaba en darse placer, que no se dio cuenta de que sus jadeos eran perfectamente audibles. Se quedó paralizada cuando el doctor y la paciente se quedaron al espacio abierto de la puerta, posando sus ojos en ella.

El doctor sonrió y le hizo un gesto inequívoco para que se acercase.


- Necesitaremos de su ayuda, enfermera. Esta paciente esta muy malita ¿cree que podemos hacer algo para que se mejore?


Se acercó a ellos, el doctor la despojó de se camisa, y le desabrochó el sujetador, acariciándole los pechos, que se iban poniendo duros rápidamente. En pocos segundos se quedo plenamente desnuda.

El doctor le chupaba los pezones, mientras la lengua de ella se hundía entre sus piernas. Paloma estaba ya incontrolada, solo era puro deseo loco de entregarse al placer desenfrenado. El doctor había liberado su polla, y no tardó en apoderarse de ella y empezar a masturbarle lentamente. La lengua de ella jugaba en su interior, haciéndola gemir como si estuviese en celo. Engulló la polla con avidez, como si estuviese desfallecida. Acarició sus testículos con ambas manos, con excitación. El doctor tenía su miembro hasta el fondo de su garganta.

En ese momento la otra mujer retiró la polla de la boca de Paloma y empezó a hacerle una mamada tremenda al doctor. Parecían competir por el objeto de su deseo. Para su sorpresa, ella se retiró un poco para que ambas pudiesen compartir la polla del doctor. Ambas deslizaron su lengua entorno a la polla que estaba en plena erección casi a punto de estallar. Las salivas de las mujeres se mezclaban, sus labios se tocaban sobre la polla completamente cubierta de la saliva de las dos. El doctor lanzo un grito sordo y se corrió en los labios de ambas. Paloma y la paciente lamían como podían el semen que brotaba de su polla.

Tras unos momentos, el miembro recuperó todo su vigor, y Paloma se montó a horcajadas sobre el doctor. La paciente deslizó su rostro entre ellos, y lamió el ano y su coño. El doctor la movió, tumbándola boca arriba, aprovechando eso, la mujer se posó de rodillas encima de su cara, y Paloma empezó a lamerla, saboreando ese tierno y jugoso manjar que le tendían. El doctor envistió con más violencia, acelerando el ritmo, aumentando el deseo de ambos. Se corrieron casi a la vez, el doctor descargó en los pechos de Paloma, al mismo tiempo que la mujer se convulsionaba con un orgasmo que la hizo gritar de puro gozo. 

Los tres se desplomaron en la cama, agotados, pero satisfechos.

La paciente los miró a ambos y dijo:


- El tratamiento me sienta muy bien, doctor ¿mañana a la misma hora?- Dijo ella con una picara sonrisa.


miércoles, 18 de julio de 2012

Nata y Bombones

Cuando llegue al piso, ella me estaba esperando con una sonrisa en su rostro. Sabía que me esperaba una velada muy especial en su compañía. Nos sentamos en el sofá y nos servimos unas copas, entre trago y trago, intercambiamos besos, unos besos muy cálidos y apasionados, mientras se pone encima de mí y mis manos van directas a sus nalgas, duras y firmes.
Me susurra palabras al oído, diciéndome que si me quiero duchar con ella. Antes de darle una respuesta, me agarra de una mano y me arrastra hasta el baño. Se quita el pequeño vestido, rebelando que no lleva sujetador y sus pechos no muy grandes, pero deliciosos quedan a la vista. Su única prenda ahora es un minúsculo tanga azul.
Se lo quito rápidamente, dejando a la vista su esplendido coñito, con un poco de vello.
Riendo sale corriendo y se mete en el interior de la ducha, indicándome que me espera allí.
Con rapidez me deshago de mi ropa y voy a su encuentro en la ducha. Coge un bote de gel de baño y lo extiende por su pecho y por su cuerpo y después hace lo mismo conmigo.
Me agarra las manos y me las lleva a sus pechos, para que se los frotara y extienda el gel. Nos lavamos mientras nos vamos acariciando por todos los rincones, ella se empieza a frotar contra mí, su culo contra mi miembro, sus tetas contra mi espalda y mi pecho, haciendo todo esto que mi polla empiece a reaccionar, algo a lo que ella no es ajena.
Se arrodilla y lo sujeta, moviéndolo hacia  arriba y abajo, para después llevárselo a la boca, y engullirlo. Esta unos minutos así, hasta que lo deja y con una sonrisa divertida me indica que nos vayamos a la cama.
Una vez en la cama, parece poseerla una fiereza animal, lanzándose sobre mí como una auténtica lobo en celo. Nos besamos intensamente, mis labios parecen haberse quedado soldados a los suyos y nuestras lenguas enrocadas una sobre la otra.
Me dice que cierre los ojos y que disfrute. Notó como empieza a lamerme los dedos de los pies, subiendo por mis piernas, sin dejar de darme besos y sin dejar de pasar su lengua por cada centímetro de piel. Al llegar a mi entrepierna, le dedica atención especial a mi miembro, lo acaricia, así como a los testículos, para después llevárselos a la boca y meterse la polla en la boca varias veces.
Estoy totalmente acalorado y la temperatura de mi cuerpo esta al rojo vivo.
Se pone al lado mío y me lleva la mano a su nalga y me dice que le dé una azotaina. Lo hago, obediente, y me dice que siga, que más fuerte, le encanta recibir unos buenos azotes, le pone totalmente cachonda. Mientras lo hago, me comenta que le diga guarradas, que eso la pone a cien.
La llamo zorra, le digo que es mi perrita y que yo soy el amo aquí y ella no para de gemir, como si las mismas palabras le diesen placer.
Llevó mi mano al interior de sus muslos y acaricio su vagina, ella se estremece y me suplica que la penetre con mis dedos. Primero introduzco un dedo, ella gime, e insiste en que sean dos. Comienzo a mover mis dedos rítmicamente dentro suyo y se arquea. Me pide que sean tres y hasta cuatro los dedos que estén en su interior y así lo hago. Con cuatro dedos de mi mano la masturbo durante un rato, hasta que ella se mueve hasta que nos ponemos en un sesenta y nueve perfecto.
Encima de mi rostro tengo su apetecible coñito totalmente a mi disposición y no desperdicio la oportunidad de saborear semejante manjar. Mi lengua ansiosa y ávida, traza círculos en su tierno y jugoso sexo, que en estos momentos se  encuentra totalmente húmedo. Ella no pierde oportunidad tampoco y no deja de llevarse a la boca como si de un helado se tratase mi polla. Seguimos así durante un rato hasta que ella me dice: Follame.
Me pongo el preservativo y me dice cosas al oído. – Soy tu perra, dile a tu perrita quien es a quien el que manda, ¡dímelo! ¡Quiero que me la metas hasta el fondo!
Me pongo encima de ella y la penetro con fuerza, envistiéndola con todas mis fuerzas, moviendo rítmicamente mis caderas, penetrándola mientras la sujeto con mis manos con fuerza. Ella no para de gemir y su respiración está totalmente acelerada, sin control.
Después se incorpora y mete su cabeza entre mis piernas, engullendo con avidez y deseo mi miembro, introduciéndosela todo lo que puede, chupando mis testículos y pasando su lengua, embadurnándola con su saliva de arriba abajo.
Cierro los ojos, casi como en trance, dejándome llevar totalmente, hasta que no puedo más y me corro en su boca. Ella no se la saca  rápidamente si no que espera a que yo allá descargado hasta la última gota en su interior.
Aún estoy recuperándome, cuando se marcha un momento fuera de la habitación y vuelve con dos cosas. Una caja de bombones y un bote de nata montada. Saca un bombón y me lo da, tras comérmelo, cojo otro y me lo pongo en la boca. Nos besamos, y ambos mordemos el bombón.
Momentos después, se extiende la nata por sus pechos, por su vientre, por su ombligo y por el monte de Venus. Empiezo a saborear goloso sus pechos cubiertos de nata, me paró por sus pezones, succionándolos como si en ello me fuese la vida. No para de gemir, le encanta que jueguen con sus pechos, los tiene muy sensibles.
Voy bajando por su torso, sin dejar ni una gota de nata por comer. Al llegar a entrepierna, le abro bien las piernas y meto mi cabeza para poder degustar profundamente su coñito chorreante. Ella no para de gruñir, gemir y moverse. No para de repetir que siga, que no pare. Mi lengua juguetona no deja de moverse, de explorar en su interior, haciéndola gozar. Finalmente llegan al éxtasis, sus piernas y su cuerpo se convulsionan de placer.
Una vez recuperada, nos besamos tiernamente y nos comemos unos bombones entre risas y mimos.
Agarra de nuevo el bote de nata y se llena la boca de nata, para después besarnos y poder degustar los dos el dulce sin dejar de besarnos.
Después lo extiende por su cuello y hace un círculo con la nata encima de sus pezones. Mi lengua sigue el rastro que va dejando, quitando toda la nata de su piel, chupando y besando tiernamente. Como siempre, dedico una atención diferente a sus pezones, los cuales chupó ávidamente, haciendo que ella solloce y cierre los ojos.
Ella tiene una idea y decide volver a la posición del sesenta y nueve. Me pasa el bote de nata, para que la extienda por su culito y por la parte de atrás de su coño. Sin hartarme de comer nata, dedico mi atención a su sexo, llenándome toda la cara de nata, relamiéndome mientras saboreo tanto su coñito como la nata.
Siento un frío en mi polla al notar como la nata la va cubriendo por completo. Su lengua no tarda ni un segundo en devorar tanto la nata como el glande, enroscando su lengua alrededor del miembro, haciéndome estremecer de placer.
Mientras le cómo, le doy de vez en cuando un fuerte cachete en las nalgas, como sé que a ella le pone y le voy trabajando con varios dedos, al tiempo que mi lengua sigue penetrándola. De vez en cuando le doy un pequeño mordisco en su nalga.
Ella no ceja en su empeño y sigue haciéndome una mamada espectacular. Mi lengua no ceja en explorar cada rincón de su coñito y ella anuncia que se va a correr, y arqueando su cuerpo como si estuviese bajo un ataque de epilepsia emitió un gemido largo y pronunciado.
Tras unos segundos recuperándose, me dedicó de nuevo su atención, y engulléndola como si estuviese hambrienta, no cejó hasta que yo también me corriese. Con unos gemidos y resoplidos, no pude más y descargue de nuevo en su boquita.
Se puso a mi lado y apoyo su cabeza en mi pecho,  y después mientras le ofrecía un delicioso bombón sonreía.
Sin duda había sido una tarde muy dulce y deliciosa para ambos, donde los dos habíamos disfrutado de nata y bombones.


lunes, 9 de abril de 2012

Sueños Ardientes

Hacía mucho calor y Elena, que se había bebido un par de copas de vino no conseguía pegar ojo. Parecía que seria una noche muy larga. La soledad de su cama era agobiante y asfixiante. Como deseaba tener alguien a quien abrazar, a quien amar y con quien sentir lo que era el verdadero placer…
Se dio la vuelta, apoyando su cabeza en la almohada, perdida en sus pensamientos e intentando relajarse de la calentura que amenazaba con envolverla. Sin darse cuenta, se le cerraron los ojos. Se dio cuenta de que no estaba sola.
Elena abrió los ojos expectante. La habitación estaba envuelta en la penumbra y la iluminación era tenue, apenas conseguía vislumbrar nada de su alrededor. Cuando notó unos labios que comenzaban a lamerle el lóbulo de la oreja dio un pequeño respingón, pero enseguida su respiración empezó a acelerarse, cuando la lengua del desconocido empezó a bajar por su cuello, mientras notaba como una mano se introducía en sus braguitas. Con habilidad empezó a sentir caricias en sus pezones, que rápidamente se pusieron plenamente erectos, enroscando su lengua alternativamente en cada pezón. Después, la lengua empezó a saborear los pezones y mordisquearlos. Elena no paraba de jadear y gemir, estaba como en un estado de ensoñación, donde no podía saber que era realidad o no, lo que era un sueño y lo que no. La oscuridad reinaba, sólo se podía guiar por el tacto y por el gusto, los otros sentidos apenas contaban en ese momento. Notaba la humedad en su entrepierna, la calentura que todo esto le producía. Sintió como  le mordía el cuello y le metía una mano en el coño, provocando en ella violentos espasmos. Llegó hasta sus braguitas, consiguiendo desplazarlas con maestría para introducirle, primero un dedo, y luego dos, en el coño, el cual empezaba a humedecerse, jugueteando en su interior. Esto le hizo gemir al igual que las cosas que le susurraba su amante al oído sin dejar de mover sus dedos, que ya eran tres,  dentro de su coñito que ya estaba chorreante. Se había deshecho de sus braguitas y se puso bien abierta de piernas, para que él pudiese maniobrar con mayor libertad, se levantó un poco para que también pudiese jugar con su culito. Se mordió el labio inferior al sentir como un dedo penetraba con mucho cuidado su ano. Esto le ponía a cien, notaba como creía el calor en su interior, como deseaba dejarse llevar por esa pasión animal que parecía dominarla poco a poco.
Ilustración de Michelle Sánchez
Esta vez, sin dejar de masturbarla, se besaron, lentamente, ensalivándose mutuamente, entrelazando sus lenguas en un frenesí sin igual. Se dieron besos por todos lados, se mordisquearon mutuamente, con cariño y ternura, pero a la vez con pasión. Las manos de ella palparon el rostro de su amante. Le pegó un leve mordisco en la barbilla, y él le dio mordisquitos alrededor del cuello, y con la una de sus manos no dejaba de masturbarla, penetrándola cada vez más intensamente con sus dedos en su coño, que estaba ya totalmente húmedo y lubricado.
 - Te quiero dentro de mí.- Dice Elena.
 - Aún no…- Contesta él.

Elena escucha un sonido como de hielo contra cristal, como si estuviese removiendo una copa. Sin darle tiempo a reaccionar, nota el frío, el frío intenso de lo que cree que son dos cubitos de hielo sobre su piel. El contraste es grande. Su piel ardiente, por el calor que crece dentro de ella, y la baja temperatura de los cubitos de hielo sobre ella.
Él los mueve por su cuello, por sus pechos, haciéndolos rozar con sus pezones y desplantándolos alrededor de los pechos. Elena cada vez más excitada gime al notar el frescor sobre sus pezones duros y erectos. Su amante su introduce uno en la boca y la besa. El cubito es compartido en ambas bocas, mientras sus lenguas juegan entre ellas.
Pero el mayor gemido, de sorpresa y de excitación es cuando siente como el otro cubito es introducido en el interior de su coñito, totalmente caliente y chorreante. Sus dedos juegan con el cubito dentro de ella, haciendo que Elena no pueda si no jadear… La sensación del frío derritiéndose en su sexo es sensacional, excitante y a la vez extraña.
Una vez el hielo es sólo agua fresquita en su entrepierna, la lengua del amante decide explorar cada rincón de su coño. Cuando sintió el calor áspero de su lengua deslizándose por la entrada de si vagina no pudo reprimir el gritito de placer que soltó. La lengua se va hundiéndose poco a poco dentro de su coño, ella se agarrada a la sabana. El amante no para de saborear ese tierno y jugoso coñito, que esta deseoso de sentir su miembro dentro de ella y se lo hace saber.
Esta vez no la hace sufrir más y poniéndose encima de ella, apoyando las piernas de ella en sus hombros, la penetra con fuerza. El coño de Elena  estaba tan encharcado que su polla entró en él sin dificultad alguna. Elena respira fuerte, jadeando y gimiendo como una perra en celo, que es como se siente en ese preciso instante. Las embestidas eran rítmicas y constantes, lo que estaba haciendo que ella no pudiera parar de gemir y se aferrará con sus piernas a su cintura. La penetra hasta el fondo, aumentando las embestidas paulatinamente, cambian de postura, esta vez con ella cabalgándole a un ritmo endemoniado, la cama parece que se va a romper, pero Elena no puede parar, quiere sentirle dentro suyo, que ambos lleguen al placer al unísono. Su amante le da unos pequeños cachetes en el culo, empezó a gemir una y otra vez. Enterró su cara en su cuello, y apretando sus pechos contra él se retorcía de gusto disfrutando del orgasmo que la recorría. Empujó como una loca varias embestidas mientras le duraba el clímax. Y  con un gruñido casi animal, mezclados con los jadeos excitantes de Elena, los dos se corren mientras se besan apasionadamente.
Ella se pone a su lado y empiezan a acariciarse y darse besitos. Aunque deberían estar satisfechos, los dos tienen ganas de más, de mucho más. Él se levanta y trae dos copas y una botella de vino y tras llenarlas, los dos beben entre risas.
Él le indica que se tumbe y extiendo aceite sobre su cuerpo, empezando a masajearla sensualmente, haciendo que ella se relajase
Tomándola por sorpresa, agarró uno de sus pies y se lo lleva a la boca, pasando su lengua por los dedos y por todas partes. Al principio ella no siente nada, pero increíblemente le va excitando la situación, le da cierto morbo que no puede explicar. Introdujo el dedo gordo de su pié en si boca. Se lo pasó por sus labios muy suavemente y echó un pulso con su lengua, la cual, al poco, se dejó ganar para que pudiera entrar dentro. Se lo introducía y sacaba de la boca, de una manera evidentemente sexual, e intercambiaba sus dedos, para que pudiera disfrutarlos todos.
Elena se volvió a sentir caliente y excitada y decidió buscar la entrepierna de su compañero.
Este notó algo húmedo en la punta de su glande y como la humedad empezaba a bajar por su pene hasta llegar a la ingle. Elena se había metido su polla en su boca y podía sentir como su lengua se restregaba contra ella. Se sacaba la polla de la boca y se golpeaba con ella en la cara para sentir su dureza, le daba un par de lengüetazos y la volvía a engullir con mucha gula. Ella sin decir nada se la tragaba con ansia, como si estuviese hambrienta de polla, como si le fuera la vida en ello. Ella la mamaba de una manera espectacular, haciendo pequeñas paradas en las que le lamía los huevos y la punta del glande para de nuevo volver a engullir su falo.

Mientras seguía comiéndose el falo, Elena se movió para plantarle el coñito en la cara, quedando los dos en un perfecto sesenta y nueve. El chochito de Elena se derretía en sus labios como la miel, deseaba tener para siempre la boca de aquel chico pegada a su sexo, aquella esponja húmeda que empapaba su rostro, de la que él bebía su néctar más íntimo. Introdujo dos dedos a lo largo de su mojada rajita, y empezó a deslizarlos arriba y abajo. No pudo reprimir un hondo gemido de placer.

Elena siguió comiéndose su polla, recorriendo arriba y abajo su enorme y grueso tronco, lamiéndoselo, desde los huevos a la punta del glande. Bajó y chupó nuevamente sus huevos, su respiración aumentaba, tomó su polla y la masturbó unos instantes mientras seguía chupándole los huevos, después tomó su polla y la metió por completo  en su boca y mientras la acariciaba con su lengua con una mano le sobaba los huevos. La mano del amante trataba de abrirse paso entre los labios vaginales para inspeccionar su clítoris. Elena cerró los ojos y se mordió el labio.
Como a modo de respuesta, aceleró la mamada, lo que hizo que el chico cerrase los ojos y acelerase su respiración intensamente. No pudo evitar tardar mucho en correrse, Elena siguió chupando, con todo el esperma descargándose e n el interior de su garganta. Ella lo tragó con avidez, sin desperdiciar ni una sola gota. Siguió con la mamada incluso cuando él ya había terminado de correrse, relamiéndose y haciendo que él viese las estrellas. Lo siguió haciendo durante bastante  rato, deleitándose en dejar totalmente limpio el miembro. Él trató de corresponderle y la besó. Sin dejar de besarla presionó con un dedo sobre el clítoris de Elena  metió otro en el interior de su sexo todo lo que pudo, sacándolo después al momento totalmente húmedo, después empezó a hundir la lengua en su interior, haciendo que ella se estremeciese, sintiendo su lengua juguetear en su interior, haciéndola gozar. Con un ronroneo de placer, ella también se corrió en su rostro. Se miraron y Elena se llevó la mano a su vagina húmeda e introdujo un dedo, para después llevarlo a su boca y degustarlo.
Se abrazaron y se besaron.
Ella le susurró algo al oído y el sonrió. Se colocó detrás de Elena. Esta notó como su lengua se introducía por su estrecho ano, le estaba comiendo el culo. La pone a cuatro patas, y comienza a lamer su sonrosado ano, lo chupa y lamé con deleite, hasta que se dilata del placer que la producen sus caricias. Inesperadamente, empieza a pasar de su coño a su ano, con tranquilidad, tomándose su tiempo, casi como si la estuviera saboreando.

La idea le resultaba perversamente excitante, pasando por su cuerpo unas punzadas de placer y de deseo cada vez más fuertes, el sentir hundirse su cara en su culo y su lengua perforándole su ano, ayudándose de varios dedos que va introduciendo poco a poco. Elena agarró su polla y le colocó la punta de la misma en su ano. Poco a poco fue introduciendo su polla en su apretado año, sentía maravillosamente como su estrecho orificio iba entrando lentamente. En unos minutos tenia toda la polla dentro de su culito.
Estaba siendo completamente penetrada por detrás, y aun quería más. Empezó a sacarla y a meterla, poco a poco, haciéndome disfrutar y notando sus movimientos dentro de mí. Poco a poco subía de ritmo, cada vez era más rápido y más rápido.
Él le da de vez en cuando un sonoro cachete en las nalgas, lo que a ella le produce más excitación y morbo. Sentía la polla dentro de su culo, avanzando y retrocediendo, empujando hasta el fondo y sintiendo sus huevos rozándole las nalgas. La penetraba cada vez más rápidamente, sacaba su polla por completo y la volvía a enterrar. Elena con gritaba con cada penetración porque estaba cachondísima, fuera de sus casillas.
Elena notó como una de las manos de su amante empezaba a trabajarle el coñito, a masturbarle mientras la sodomizaba cada vez con más rapidez. Sus dedos se movían con habilidad en su coño, haciendo que los gemidos de los dos fueran casi simultáneos. Él fue el primero en descargar en el interior del estrecho ano de ella, Elena le siguió poco después, con un ronroneo mezcla de gemido y aullido de placer.


Se besaron y se dieron mimos durante un pequeño rato. Elena sonrió al ver que la polla de su amante se volvía a recuperar y tuvo una idea perversa. Tomando con una mano los testículos al tiempo que apoyaba su dedo índice contra su ano y con la otra, agarró su erecto miembro y comenzó a ejercer un movimiento masturbatorio eficiente y placentero, mientras no dejaban de besarse por toda la boca y cara. No tardó en correrse de nuevo, acabando en su mano sin dejar los dos de besarse. Como broche final le chupó con intensidad hasta asegurarse que no quedaba ni una pequeña gota de semen dentro de su polla.


Con el sabor del semen en su garganta, cerró los ojos, con una sonrisa de satisfacción. Enseguida Elena se durmió, completamente relajada, muy estirada, boca arriba sobre la cama con las piernas bien abiertas, su cabeza sobre su hombro.
Volvió a abrir los ojos y para su sorpresa, no había nadie a su lado. La cama no estaba totalmente deshecha y revuelta ni ningún signo de su amante furtivo.
Suspiró, pensando en el sueño de una noche de verano que había vivido como si fuera totalmente real… Pero ¿realmente fue un sueño? ¿O una realidad totalmente placentera?

miércoles, 11 de enero de 2012

Sesión golfa

Noelia se sentó en la butaca, con las palomitas y la coca cola bien fresquita en el regazo.
Hacía mucho que no tenía la oportunidad de disfrutar de una buena velada en el cine y estaba deseando poder hacerlo. Alguien se sentó a su lado. Era una mujer de unos treinta y pocos, pero muy bien llevados, con ojos verdes y cabello rubio rojizo que llevaba corto. Lucia un top negro, que dejaba ver su ombligo y el piercing que llevaba.
Una escasa faldita de color azul apenas le cubría, dejando ver sus piernas interminables.
La mujer le dedicó una sonrisa agradable. En la otra butaca a su otro lado, se sentó un hombre. Sobre la treintena, con amplias entradas en su cabello negro, donde asomaban varias hebras blancas. La película empezó y ella centró su atención en la pantalla. No mucho después, notó como unos dedos delgados y curiosos se posaron en su muslo. Inmediatamente se giró, y vio que la mujer no había apartado la vista de la pantalla, ni la mano de su muslo.  
Su mano subió ligeramente su falda, y el roce de la tela en su piel provocó un ligero estremecimiento. Casi sin darse cuenta e inadvertidamente, abrió las piernas. La mano se deslizó, primero tocando el tanga, para hurgar por dentro de la prenda hasta llegar a su coño.
Ilustración de Pater/ Color: C. Bensler

Sintió como se empezaba a humedecer, a excitarse con la situación. Los dedos siguieron jugando, hasta que consiguieron introducirse en su ya mojado sexo.
Cerró los ojos y se movió de tal manera que gran parte de las palomitas se desperdigaron por el suelo. Con apuro miró a su alrededor y respiró al ver que nadie se había percatado. La mujer seguía tocándola, y Noelia casi no podía resistirse ya. Otra mano, esta vez perteneciente al hombre, comenzó a acariciarle uno de los pechos, mientras su compañera seguía con la mano en su entrepierna. Una lengua femenina empezó a deslizarse por su cuello de una manera tan sensual y excitante que hizo estremecerse y hacer que la temperatura corporal se elevase hasta hacerla casi derretirse de placer.
Los dedos masculinos le pellizcaron los pezones por encima de la ropa. El deseo de Noelia ascendió de tal manera, que empezó a dejar de importarle donde se encontraba…
Así que cuando la mujer de cabello rojizo se levantó y le hizo un gesto para que la siguiese no se lo pensó ni un segundo. Acompañados por el hombre, las dos mujeres se dirigieron a los lavabos.
Bajo la atenta mirada del hombre, la mujer le quitó lentamente la falda y el tanga, casi como si estuviese desenvolviendo un regalo. Sus caricias le hacían suplicarle, sólo pensar en que le proporcionasen placer. La mujer hundió su lengua en el coñito de Noelia, lo penetro profundamente, mordisqueándole su clítoris y lo mojó tan abundantemente de saliva que comenzó a inundar su rostro.

El hombre, por su parte, no participaba, sólo se deleitaba con el placer de contemplar, al tiempo que su mano se deslizaba por la tela, hasta que sacó su miembro y empezó a acariciarse.
Las dos amantes se habían ya despojado ambas de toda su ropa, y Noelia le acarició los pechos y la mujer se apoderó de los suyos. Sus pezones estaban duros, totalmente erectos. Los frotaron uno contra el otro, un placer electrizante que sólo las mujeres saben gozar entre si.
 Las dos se empezaron a dar placer mutuamente, Noelia colocó la cabeza entre las piernas de su amante, mientras a ella le trabajaban el coño con destreza tal que no paro de gemir de una manera tal que seguro alguien debía escucharlos. Se encontraron con la cabeza hundida entre los muslos de la otra, paladeando ese jugo que mojaba sus rostros.
Noelia le agarró del cabello con las dos manos y le dio brutales estirones fruto de la pasión. Ella sintió como le introducían varios dedos por su estrecho culito, haciendo que Noelia emitiese un ronquido de placer.

El espectador seguía disfrutando de la escena y tocándose. Sus dedos recorrieron arriba y abajo la polla erecta y dura.
Las dos mujeres se hallaban envueltas en un manto de placer, ya totalmente descontroladas, se corrieron al unísono, justo cuando el hombre descargo su esperma sobre ellas.
Las dos amantes se buscaron la boca la una a la otra, limpiándose mutuamente con ansia y avidez.
La mujer le sonrió de manera divertida y pícara a Noelia.

— Mañana a la misma hora… Creo que hay una sesión nocturna que no te puedes perder…