Laura caminaba por la vieja casa que
permanecía envuelta en penumbras. La vela que sujetaba apenas le permitía ver
donde ponía los pies para no caerse. No sabía donde se encontraba ni como había
llegado allí. Simplemente cerró los ojos y al abrirlos estaba en este lugar
tenebroso.
Subió por las escaleras de caracol,
hasta llegar a la parte de arriba de la antigua y extraña casa. Le pareció
escuchar un sonido, como de un gemido ahogado. Se dirigió hacía la habitación
de donde creía provenir el gemido que había escuchado.
La habitación era fría y oscura, había
dos columnas en el centro, con grilletes enganchados a ellas. Lo que más le
llamó la atención fueron las jaulas colgadas desde el techo. Con curiosidad
insana y algo de miedo, se acercó para verlas mejor. Pegó un respingón cuando
una mano salió de entre los barrotes e intentó agarrarla.
La mano pertenecía a una mujer
completamente desnuda, excepto por un collar que llevaba alrededor del cuello.
La mujer le miró y se relamió los labios.
—Poséeme, por favor, te lo suplico… No
me hagas esperar más…
Laura sintió rechazó ante la
proposición de la mujer, aunque la humedad creciente en su entrepierna hacia
evidenciar que en el fondo había despertado un deseo oculto que no creía
conocer.
—Laura…
Laura se giró al escuchar su nombre.
Sus ojos contemplaron a una chica de unos treinta años, delgada, con una larga
cabellera rubia. Sus ojos eran penetrantes y se clavaron en ella de una manera
como jamás lo había hecho nadie antes.
Apenas llevaba ropa, sólo un camisón
semi-transparente, que dejaba ver su esbelto y sexy cuerpo, unas cadenas que
llevaba enrolladas alrededor del cuello y la caían por encima de los pechos.
Sin saber por que, sintió una
atracción y un magnetismo hacía la extraña mujer. Algo casi animal le impulsaba
a desearla, a poder saborear esa tersa piel, esos pechos tan apetitosos…
¿Qué estaba haciendo? Nunca tuvo antes
esos deseos con una mujer, pero ahora no podía controlarse, estaba como una
perra en cela, deseando que se fijase en ella.
En ese instante fue consciente de su
propia desnudez. Llevaba sólo una pequeña camiseta de tirantes y un tanga.
La mujer sonrió y se acercó a Laura.
Pudo sentir su perfume natural, exudaba sexo por todos sus poros. La agarró por
la cintura y arrancó su tanga de un solo tirón. La mujer observó con
satisfacción el coñito totalmente rasurado de Laura y su soberbio y apetitoso
culo.
Le enroscó las cadenas alrededor del
cuello y la obligó a arrodillarse, inmovilizándola al atarla con las cadenas. Para
su sorpresa, empezó a azotarla, ella gemía, primero de dolor y humillación, y
después, sorprendiéndose a si misma, gozando con esa situación. Estaba
completamente húmeda, su sexo se deshacía ante lo que le estaba pasando.
Le mordió el lóbulo de las orejas,
Lamió su cuello, su ombligo y empezó a bajar su mano por la cara interior de
sus muslos. Pegón un respingón al notar sus dedos en su hendidura, Laura estaba
completamente empapada y tendió su coño abierto. Abrió su sexo y su lengua
comenzó a lamerla con avidez, saboreando ese coñito tierno y jugoso. Laura se
estremeció como nunca antes, nunca había estado tan excitada, parecía arder en
su propio interior.
Se besaron. Sus salivas se mezclaban, sus
labios se tocaban, saboreándose mutuamente sus apetitosas bocas.
La mujer Le enlazó la cintura, sus
vientres estaban el uno contra el otro. Deslizo la mano por sus tersos y suaves
pechos y notó un pezón duro y erguido. Lo apretó entre sus dedos y ella sintió
un estremecimiento de placer. Sus coños se frotaban en una sexual danza de
fricción que hizo que ambas gritasen de tanto que estaban gozando.
Le chupó los pechos, mordisqueándole
los pezones, que estaban duros y erectos.
Ella separó los labios del sexo de
Laura e introdujo un dedo. Después un segundo. La escuchó gemir y jadear, y sin
avisarle, introdujo de una sola vez el resto de su mano.
Laura gritó, tanto de sorpresa como de
dolor y placer. El sentir como era penetrada con la mano y la excitación
desencadenaron un estremecimiento de placer que le recorrió todo el cuerpo.
Como si de una polla o un consolador
se tratase, la folló con violencia con su propia mano. Laura creyó morir de
tanto placer que sentía. La extraña mujer se detuvo y Laura la miró creyendo
que se marchaba. La mujer puso su coño a su alcance y empezó a trabajar con el
de Laura. En una perfecta posición del sesenta y nueve, ambas encajaban a la
perfección, dándose placer mutuamente, con la cabeza hundida en los muslos de la otra.
Laura le lamía, con
inexperiencia, pero con ganas de aprender. La mujer parecía mucho más experta,
hundió su lengua en su coño, penetrándole profundamente, mordiendo con pasión
su clítoris. Para sorpresa de Laura, esta buscó la hendidura de su año y empezó
a lamerlo, haciéndole sentir un gozó inesperado. Lentamente le introdujo un
dedo, primero con cuidado, después metiendo dos dedos y abriéndolo ampliamente.
Gozaba tanto que llegó un punto en que
no sabía por que agujeros estaba siendo penetrada por sus dedos. Laura jadeaba
y suspiraba y sintió como se corría. Ambas
lo hicieron casi al unísono, derramando su humedad en las bocas ávidas
de las dos amantes.
En ese momento, Laura despertó. Se
hallaba en el la cama y en la TV ya había terminado la emisión. Se
había quedado dormida viendo la TV, mientras comía unas palomitas y veía una
película.
Laura resopló. Vaya sueño- pensó- Y se
estremeció al recordarlo. Tenía el tanga mojado de lo húmeda que se había
puesto durante la experiencia onírica.
Notó que tenía algo alrededor de los
labios una humedad. Pasó su lengua por sus labios y reconoció el néctar que
manó del sexo de la extraña mujer.
Sintió un escalofrío. ¿Había sido
realmente un sueño?
No hay comentarios:
Publicar un comentario